sábado, 13 de noviembre de 2010

"Te lo prometió José Antonio Saco y Fidel te lo cumplió"

(Fragmento de Memoria sobre la vagancia de José A. Saco, 1830.)
Las obsesiones de la intelectualidad criolla colonial de implantar un "sistema de espionaje" que controlara a los individuos y que elevara la productividad de la nación fue, al cabo de 130 años, implantado en Cuba. Los vagos, ahora investidos con la categoría política de "lumpen", o, la más aplatanada de "gusanos" vivieron la pesadilla del biopoder revolucionario, instalado a imagen de aquel que propugnara Saco en el marco del "Despotismo Ilustrado".
Martí, más democrático y conciliador, nunca hubiese apostado por una república que cercara hasta prácticamente echar al mar, a sus ciudadanos. Por eso enmendé el verso de Guillén...

Conocidos que sean los vagos de esta especie, la autoridad los compelerá
a que tomen alguna ocupación; y para que no se diga, que atropella la libertad individual, dejará a su elección la qFragmento de Memoria sobre la vagancia de José A. Saco, 1830.)
Las obsesiones de la intelectualidad criolla colonial de implantar un "sistema de espionaje" que controlara a los individuos y que elevara la productividad de la nación fue, al cabo de 130 años, implantado en Cuba. Los vagos, ahora investidos con la categoría política de "lumpen", o, la más aplatanada de "gusanos" vivieron la pesadilla del biopoder revolucionario, instalado a imagen de aquel que propugnara Saco en el marco del "Despotismo Ilustrado".
Martí, más democrático y conciliador, nunca hubiese apostado por una república que cercara hasta prácticamente echar al mar, a sus ciudadanos. Por eso enmendé el verso de Guillén...

ue más les convenga, prefijándoles un término perentorio, dentro del cual deberán abrazarla.
Si voluntariamente no lo hicieren, entonces ella procederá, ya entregando unos a los artesanos para que les enseñen oficios, ya empleando otros en la marina mercante, ya, en fin, destinándolos a otras ocupaciones provechosas. Si tampoco quisieren abrazarlas, se les dará un corto plazo, para que salgan de la Isla, pues no teniendo ya la patria que esperar de ellos ningún bien, y sí mucho mal, debe arrojarlos de su seno como miembros corrompidos. Pero si todavía persistieren en ella, la autoridad, o los lanzará de nuestro suelo, o los condenará a trabajar en beneficio público, pues aun suponiendo que en este último caso no se saque de ellos ningún provecho, la sociedad a lo menos se librará de los delitos que han de cometer.

No es difícil averiguar quiénes son los vagos que existen entre nosotros, pues para esto basta tomar algunas medidas enérgicas confiando su cumplimiento a hombres íntegros, activos y dignos de la pública confianza.

Ellos podrían formar una junta, que especialmente se encargue del descubrimiento de los vagos; y para lograrlo, convendría dividir todas las poblaciones en cuarteles, poniendo cada uno de éstos al cuidado de uno de aquellos individuos para que hagan un censo en que se inscriba el nombre, patria, edad, estado, profesión, bienes, calle y número de la casa de cada uno de sus habitantes, exigiendo, además, que los que digan que ejercen algún oficio o profesión fuera de la casa en que se hallan al tiempo de formar el censo, designen el edificio o paraje donde trabajan. Para facilitar estas operaciones y disminuir las cargas, repartiéndolas entre mayor número de individuos, podrían hacerse subdivisiones de los barrios grandes que existen en algunas villas y ciudades.

Mándese también, bajo una multa, que todo dueño o inquilino de casa dé al individuo encargado del cuartel respectivo, aviso por escrito, a más tardar dentro de dos días, de cualquiera persona que se mudare a ella o de ella, para que pudiendo tomarse los informes necesarios, se sepa quiénes son los que viven en cada barrio. Un examen de esta naturaleza solamente podrá ser temible a los pícaros, porque el hombre de bien, no teniendo nada que le intimide, mirará cifradas en él su conservación y seguridad.
Estas medidas deberán extenderse también a los campos, encargando su cumplimiento, a los hombres que por su probidad y energía inspiren al público confianza.

Pero si nuestros esfuerzos se encaminan a exterminar la vagancia, no basta saber quiénes son los vagos, ni que sólo nos empeñemos en reformarlos o castigarlos: es menester, además, impedir que otros caigan en ella, y tanto bien no puede lograrse sin remover las causas que existen con mengua y deshonra nuestra.

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