miércoles, 30 de junio de 2010

En el discurso de graduación del primer curso emergente de formación de maestros primarios, el 15 de marzo del 2001, Fidel evoca una conversación en torno a una "lavadora", sostenida con una maestra de primaria de las 'antiguas', de las de la generación de mis padres. Conocer la PRECARIEDAD de los trabajadores no lo exime de culpas, por el contrario, intensifica su incapacidad para la gestión del país. Este fragmento podría llamarse: "Heroínas sin lavadoras o como la ropa sucia se lava en casa":

"Se me ocurrió acercarme a aquella maestra y preguntarle: ¿Tú tienes lavadora en tu casa? Y me dijo: "No tengo lavadora." En realidad muchos saben que las lavadoras que quedaban eran aquellas de hace más de 10 años, que venían de la URSS, cuando existía la URSS, y después no llegaron ni lavadoras, ni piezas, ni teníamos con qué comprarlas, y la posibilidad de adquirir alguna era de aquellas personas que, por alguna razón o por otra, podían tener acceso, por su trabajo o como estímulo, a las divisas o al peso convertible, o la posibilidad de recibir una remesa del exterior. No entraban lavadoras, ni había con qué comprarlas, ni con qué comprar piezas, y no había ni piezas, porque los que las trajeron al mundo, al derrumbarse su sistema, dejaron, incluso, de producir piezas. Les cito esto como un ejemplo que multiplicaba nuestra admiración por aquellos maestros, y, en este caso, por aquella licenciada, porque muchos de nuestros maestros se hicieron licenciados en virtud del programa que les mencionaba antes. Es por eso que siempre califico a esos maestros de héroes y heroínas."
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